Existe una tradición en Isla Negra, Chile, por la que las mujeres en sus ratos libres bordan lo cotidiano.
Escenas de cocina, de la granja, de niños jugando en el campo.Todo ello bordado a mano sobre arpilleras de infinitos colores que representan lo cotidiano, desde la escena familiar a las protestas callejeras, y el pasado de la dictadura.
Un poco de historia
Sus orígenes se vinculan siempre a las violaciones de los Derechos Humanos en la época dela dictadura chilena de Pinochet. En octubre de 1973 se congreraron representantes de varias iglesias del país -Comité Pro paz-para defender a los perseguidos del régimen dictatorial,prestando asistencia judicial y ayuda psicológica a familiares y detenidos.
Simultáneamente se crearon talleres laborales con el fin de contribuir a generar ingresos económicos a familiar de bajos recursos afectadas por aquella persecución política.
En marzo de 1974 el Comité Pro Paz se contactó con Valentina Bonne y comenzaron a realizarse bordados tradicionales que luego incorporaron la técnica del patchwork de la Almazuela, España, al agregarse retazos de telas y la técnica de la colectividad kuna de Panamá y Colombia, que superponen piezas de tela que trabajan con la técnica del apliqué inverso.
Se llamaron arpilleras porque en sus comienzos los trabajos se realizaban sobre esa tela, que era la utilizada para confeccionar las bolsas de papas y era la más económica.
Un punto de inflexión
En marzo de 1974 el Comité Pro Paz presentó un recurso de amparo colectivo por 131 personas desaparecidas, el cual fue demorado en su tramitación por la Corte de Apelaciones de Santiago de Chile, lo que provocó que las arpilleras pasaran a ser el elemento que les permitiera mostrar sus dolor y su realidad.
Así se pasó del bordado como terapia al bordado como protesta que permitió visibilizar las injusticias.
Las arpilleras fueron adquiriendo fuerza y eran tomadas como piezas textiles con un mensaje bordado, que empiezan a ser adquiridas para regalar, y a transformarse en una posibilidad económica para quienes las confeccionaban. En general sus hacedoras eran mujeres cuyos maridos eran pescadores, por lo que los nuevos ingresos de dinero que trajeron las ventas de las arpilleras favorecieron a esos hogares, hasta el punto de poder mandar a sus hijos a la universidad.
En 1975 se disuelve el Comité Pro Paz, por lo que toma la bandera de las arpilleras y crea a Vicaría de la Solidaridad
El poeta Pablo Neruda, quien vivía en Isla Negra, conoció el trabajo de las bordadoras, y al ser nombrado embajador de su país, llevó los trabajos de las mujeres a Francia, donde logró exponerlos y venderlos. Así fue que su ojo textil y su generosidad permitió la difusión de los trabajos.
La denuncia bordada desafió a la censura impuesta
Catalina Larrere salort
lOS TRabajos
En general las arpilleras eran realizadas por mujeres de la clase más desposeída pero la tragedia acarreada por la desaparición de sus familiares, las unió con las mujeres de otras clases sociales que padecían el mismo infierno. Y así fue como en la Región Metropolitana proliferaron los talleres por ser el lugar donde se concentraban las denuncias contra la dictadura. Se cree que en 1989, solamente en Santiago de Chile que llegó a haber 500 arpilleristas y 5.000 arpilleras de vendieron a familias chilenas y extranjeras.
Lo que ví de las bordadoras de isla negra
En octubre 2019 tuve la oportunidad de ver la muestra «Bordar el desborde» en el Museo Nacional de Bellas Artes en Santiago de Chile. Se exhibieron piezas realizadas entre 1969 y 2019. Hoy esa tradición continúa mostrando lo cotidiano: los animales que crecen en las granjas; los niños que juegan en el parque… mejor, pasen y vean…
Bordar lo cotidiano con lanas hasta completar la tela de base, arpillera o similar. Son piezas exquisitas, llenas de color, con un reverso impecable. todas hechas por bordadoras aficionadas que mantuvieron la tradición ancestral del oficio y la regaron con un amor que explota apenas se mira se las piezas.
Hacia el año 2012 se creó el grupo Memorarte Arpilleras Urbanas, del cual forma parte Cynthia quien ofició de guía en nuestro paseo por los museos chilenos, y puede ver sus trabajos en su cuenta de Instagram, los cuales reflejan los difíciles momentos que está viviendo Chile desde octubre de 2019.
Las arpilleras continúan hoy siendo el testimonio de la vida del pueblo.
(extracto) Reverso del bordado
BICHA DE CLAUDELINA
Fuentes: «Arpilleras: hilván de memorias« de Catalina Larrere Salort; «Tapestries of hope, threads of love -the Arpillera Movement in Chile 1974-1994«, Marjorie Agosin.
Arpilleras de la época de la dictadura: expuestas en el Museo de la Solidaridad de Salvador Allende en octubre 2019. Santiago de Chile.
Arpilleras de las bordadoras de Isla Negra: Museo Nacional de Bellas Artes, octubre 2019. Santiago de Chile.
enero 17, 2020 a las 10:37 am
Excelente y maravillosa forma de plantear nuestra denuncia social…Arte…Amo BORDAR, es mi técnica con que me MANIFIESTO para expresar mi alegría y dolor,mi sentir..Violeta,mi gran MAESTRA…
enero 23, 2020 a las 4:26 pm
Es verdad, amorosa forma de expresarnos y que perdure. Abrazo Cecilia.