Hice un curso de Clínica de Arte en la Universidad Nacional del Arte
en Buenos Aires, Argentina. El desafío de estudiar algo lejano a mis conocimientos, fue una experiencia potente.
Es que …
estudiar una carrera desde el principio, es una tarea más o menos convencional.
De esas ideas que se piensan durante un tiempo, y luego se ejecutan.
Estudiar es un hábito que se adquiere. Se practica, se insiste, se vuelve a practicar, y se puede llegar al éxito y lograr concluir una carrera.
Hablamos de carreras universitarias, terciarias, oficios, y cuestiones similares.
En verdad se puede estudiar algunas de tales disciplinas, ya sea medicina, ingeniería, electricidad, plomería o cocina.
Ahora bien, luego de concluidas tales carreras, vale especializarse.
Diferente será querer hacer arte y ponerse a estudiar para ello.
Poner manos en la masa, empezar a trabajar la carbonilla, los óleos o las agujas de bordar será un desafío para el cual todas esas carreras no nos prepararon de manera específica. Algo podrán aportarnos, pero no será más que lo esencial.
Entonces…
el camino a recorrer deberá iniciarse por otros lados. Por el lado del estudio de los materiales, de la forma en que pueden plasmarse las ideas, cómo analizar los errores para volver a empezar, cómo reconocer cuando un trabajo nuestro puede o no ser obra, y luego aprender a respondernos la pregunta “Cuándo hay arte”?
Ese sendero, sinuoso, desconocido, nos lleva al interior de nuestra alma; al fin de nuestros conocimientos; a lo profundo de nuestras habilidades.
Pero no todo termina allí. Luego viene la fase de mostrar nuestros trabajos en una clínica de arte.
Ello debe traducirse en la exposición de nuestro ser al ojo del otro.
Y partir de allí esperar la devolución. Nervios, ansiedad y expectativa enfrentadas a nuestras seguridades y a nuestra autoestima.
Una prueba de fuego.
Pero, no todo fue tan difícil de la mano del profesor Mariano Vilela.
Porque…
él supo buscar las palabras justas para que nuestra autoestima quedara intacta, y que solamente se nutriera nuestra inteligencia para aprender a ver lo que nuestro arte pudo crear.
No regala elogios ni los escatima, lo cual hace que sus frases tengan la justeza de lo dicho en el momento exacto para que podamos aprovechar el consejo que nos regaló.
Su calidez y su humor permitieron hacer fluir todo aquello que nos dijo sobre nuestra obra.
La observación detallada de lo hecho con nuestras manos recibió una mirada de respeto de parte de Vilela.
Quien supo aprovechar su expertisse, se benefició con sus palabras para avanzar en su arte y dar en él un paso adelante.
B I C H A
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mayo 1, 2018 a las 6:42 pm
El curso de clínica de arte fue una experiencia muy enriquecedora y coincido en tú descripción sobre Mariano Vilela. Admiro la forma sencilla con que relatas lo vivido, felicitaciones Bicha!!