ARPILLERAS CHILENAS Y COLOMBIANAS
El diseño textil tiene muchas caras, y una de ellas son las arpilleras.
En Chile los tapices realizados por mujeres durante la época de la dictadura de los años ’70, reflejaron la desaparición de sus familiares.
En Colombia las arpilleras son el reflejo del sufrimiento del pueblo por el accionar del narcotráfico.
Se reunían las mujeres a coser, usando trozos de la ropa de los familiares desaparecidos, y cosían sus historias sobre arpilleras que obtenían después de cortar bolsas de papas o de harina.
Para aprender sobre el tema me fui a una jornada en el taller de Marian Cvik, y allí Ana Zlatkes fue la encargada de enseñarnos la historia de las Arpilleras Chilenas. En este video de You Tube, Ana explica la historia y el significado de las arpilleras.
ARPILLERAS CHILENAS
«Los comienzos del primer taller colectivo de arpilleristas, los encontramos en Isla Negra, (Provincia de San Antonio), hasta donde habría llegado Leonor Sobrino de Vera con la técnica del bordado. Fue tal el éxito de este taller, que en 1966 realizan su primera gran exposición en el Museo de Bellas Artes, donde se presentaron con 80 piezas. Mientras que para la inauguración del edificio de la UNCTAD (actual Centro Cultural Gabriela Mistral), las invitan a confeccionar un tapiz de siete metros de largo, con escenas de los minerales desde El Teniente hasta San Antonio. Pablo Neruda, por su parte, también se sintió atraído por estos trabajos, adquiriendo tres obras realizadas por la señora Purísima Ibarra, posibles de apreciar aún en su Casa-Museo de Isla Negra. El poeta también participaría, siendo embajador en Francia, de la promoción de esta labor por Europa y EE.UU., organizando exposiciones con las obras más representativas. En uno de sus poemas haría también referencia a ellas: “En este último invierno comenzaron a florecer las bordadoras de la Isla Negra. Cada casa de las que conocí desde hace treinta años, sacó hacia afuera un bordado como una flor. Estas casas eran antes oscuras y calladas; de pronto se llenaron de hilos de colores, de inocencia celeste, de profundidad violenta de roja claridad. Las bordadoras eran pueblo puro y por eso bordaron con el color del corazón. Nada más bello que estos bordados, insignes en su pureza, radiantes en su alegría, que sobrepasó muchos padecimientos.”…
LOS AÑOS ’70
En los ’70, durante el régimen militar, nace con apoyo y gestión del Comité Para la Paz en Chile, y luego de la Vicaría de la Solidaridad, el primer taller de arpilleras en Santiago. La agitación de aquellos años hizo que muchas mujeres se acercaran a estos centros buscando ayuda y protección tras el encarcelamiento y la desaparición de sus familiares. Se les ofreció un refugio, un lugar donde pudieran compartir sus experiencias conjuntas con otras mujeres. Experiencias que prontamente se plasmarían en los retazos de género que les fueron proporcionados con el fin de que desarrollaran un trabajo productivo que les permitiera mantenerse ocupadas y olvidar por momentos el sufrimiento, y obtener también algo de dinero para sus familias; una labor, diríamos, de sobrevivencia emocional y económica. Pero la relación tan estrecha que se forjaría entre la mujer y elementos tan simples como la aguja, la lana, algunos retazos tela y una arpillera, pronto haría que toda esa experiencia, los acontecimientos, los sentimientos de esas mujeres se volcaran hacia su obra. Sin procurarlo, la arpillera se convirtió en la vía donde ellas podían contar los hechos tal como los estaban viviendo. Un medio de expresión a ese dolor contenido y silenciado.
EL RELATO TESTIMONIAL
La representación, el traspaso de los hechos acaecidos a la tela, dio cuerpo a un relato testimonial expresado con tela y aguja, y dirigido a todo aquel que quisiese o pudiese más bien, informarse sobre la cara más funesta de la realidad nacional, incluso más allá de las fronteras. Un medio de comunicación, alternativo a los medios oficiales: “Las arpilleras representaban las únicas voces de disenso que existían en una sociedad obligada al silencio. La severa dictadura militar que insistía en la domesticidad y pasividad fue desarmada y amordazada por las arpilleristas quienes, a través de un antiguo arte femenino pusieron de relieve la brutal experiencia del fascismo con hilo y aguja. Aunque no contengan palabras, las poderosas y explícitas imágenes de las arpilleras describen eventos emblemáticos en la vida de la nación. Estas arpilleras, hechas por manos llenas de amor alguna vez paralizadas por la desolación y el desmembramiento de sus familias, crean la belleza y dan una dimensión humana a la violencia. Vidas destruidas se recomponen luminosamente sobre las telas rústicas.”
Fuente: www.santiagocultura.cl
En Chile, Violeta Parra fue una de las bordadoras más conocidas. En el Museo Violeta Parra de Chile, se exhiben algunas de sus arpilleras bordadas.
Algunos catálogos de exhibiciones de Arpilleras:
MANOS A LA OBRA
En el taller de Marian Cvik, con la dirección de Ana Zlatkes nos pusimos manos a la obra, e hicimos nuestros propios muñecos para luego presentarlos en una arpillera.
Ana nos enseñó la forma de hacer los muñecos que se ven en las arpilleras chilenas y colombianas. Los muñecos representar distintas escenas, en Chile generalmente se ven entre montañas reflejando a Cordillera de los Andes. Las arpilleras colombianas están pobladas de color verde reflejando la selva, la vegetación caribeña de Colombia que toma ese color durante todo el año gracias a su clima tan benévolo.
Comenzamos haciendo el cuerpo con medias de nylon, rellenando con vellón en las partes que se necesitaba volumen.
Se hace la cabeza y con pedacitos del mismo material se ata con un doble nudo, luego atamos para formar un anillo a la altura del pecho, por donde pasaremos un trozo del mismo material que hará las veces de brazos.
LA ROPA
Luego de armar el cuerpo del muñeco, tuve el desafío de hacer su ropa. Teniendo en cuenta que el muñeco no mide más de 15 centímetros de altura, la tarea fue trabajosa.
Así que traté de hacerlo simple, armando nuna especie de capa o túnica, que me fue fácil coser. Aunque no fue fácil colocarla sobre la muñeca.
Luego, de acuerdo a las direcciones Ana e inspirándome en muñecas que llevó ya hechas, le armé unas sandalias-
LA CARA
Tengo la teoría que los muñecos son valiosos, lindos o feos de acuerdo a su cara. No importa su cuerpo, su ropa, los materiales con los que están hechos, si están hechos de forma prolija o no. Lo que importa es su cara. La expresión de su cara. Tarea difícil de lograr, se necesita práctica para adquirir experiencia para darle expresión a la carita.
Hice hincapié en los ojos, con pequeñísimas puntadas; y , por supuesto, no podían faltar unas pestañas larguiiiisimas.
Todo ello rematado con un tocado lleno de rulos, y en la parte trasera un moño a modo de tocado.
La tela del vestido es un retazo de mi vestido de casamiento (un sobreviviente).
Para completar la arpillera, e ir armando una familia, seguí por el muñeco.
Aquí le puse esmero en el pantalón y la camisa.
Y así se va armando la arpillera. Una tarea divertida, aunque su historia tenga un inicio triste. La melancolía reina en esta labor.
ARPILLERAS COLOMBIANAS
En Cartagena de Indias, Colombia, vi una exhibición con arpilleras en las cuales se reflejaba la tragedia del pueblo provocada por el narcotráfico.
Las imágenes que reflejan, dan escalofríos. Muestran la violencia, la agresión, armas, hambre, sangre. Pequeñas figuras hechas en tela, con retazos, bordados, que trascienden su simpleza.
Simples formas. multicoloridas, fáciles de ver y de leer los mensajes que quieren transmitir.
Las Arpilleras Chilenas y Colombianas nos muestran una forma de memoria, de no olvidar las tragedias del pueblo, y evitar que se repitan.
Una forma de arte.
B I C H A
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